Si un día te acercas por tierras gaditanas, en la carretera
que une Algeciras con Tarifa podrás disfrutar de un enclave privilegiado.
Responde al nombre de “Mirador del Estrecho”. Dudo que la fotografía tenga
capacidad suficiente para describir la sobrecogedora panorámica que se ofrece a
quien se separa solo unos metros de la carretera. En cualquier caso, si logra
emocionarte es que estás muy cerca de lo que hemos vivido esta tarde.
Tras la
comida de ayer nos dirigimos a la Fundación Pueblos Unidos, de la Compañía de
Jesús, y tuvimos el privilegio de compartir un par de horas con el que es su
director y, simultáneamente el capellán del CIE de Aluche. Por la densidad de
lo vivido le haremos hueco en otro post: corren más las experiencias que la
capacidad de ser narradas.
Hubieran
sido más horas pero nos esperaba un autobús que nos llevó en un largo y no muy
cómodo viaje hasta La Línea de la Concepción. La incomodidad era parte de la
previsión para compartir, aunque mínimamente, las circunstancias de quienes
llegan a nosotros.
Nos recibió, a las 5.00 am, la
imponente imagen del Peñón de Gibraltar. Primero para susto y asombro de alguna
quien divisaba unas luces sin referencia alguna de a qué pudieran corresponder
por su altura. Unos pasos más atrás, el perfil del peñasco nos hizo entender
que no eran sino las antenas de comunicación que coronan su cima.
A la 5.00 de la mañana hay muy
poco que hacer en casi todos los lugares pero al menos en la Línea hay playa
que se convirtió en lugar de improvisada cabezada. Imagino, que hicimos como
muchos otros de los migrantes.
La playa
se tornó en un privilegiado juego de luces y colores con el espectáculo del
amanecer en el mar. El último rato nos sirvió para poder orar a Dios con las laudes,
antes de que el sol se nos ofreciera definitivamente. Desayuno y acogida en el
proyecto Contigo, de la familia vicenciana, del que os hablaré en próximas
ocasiones.
Ahora
todo lo eclipsa la imagen del estrecho. Si frecuentas las rías gallegas,
conocerás media docena de ellas que ofrecen más distancia entre sus márgenes.
Incluso vienen a mi memoria algún que otro pantano que podría ofrecer una
imagen análoga.
La
panorámica es verdaderamente bella, pero se hace especialmente hermosa por el
significado simbólico que encierra.
14 kms
marcan la distancia entre la Europa de las oportunidades y el África de las
dificultades. 14 kms separan las primeras economías del mundo de muchas de las
que ocupan los últimos lugares. 14 kms quieren ser distancia suficiente para
frenar los sueños de muchos: es verdaderamente imposible.
Desde el mirador la distancia se
hace grotesca. Desde aquí África no se ve, se palpa. Hacia la izquierda pueden
incluso contarse los edificios de Ceuta. Justo en línea recta se intuyen los
barrios de Tanger. Entre ambos se pueden contar las viviendas en una de las
laderas. A nuestra derecha una inmensa duna, la playa de Tarifa, que
convendréis conmigo que mejor merece ser llamada la playa a la que arribaron
René y Víctor.
Desde el
mirador impone la cercanía. África no es allí. Es indudablemente aquí. Su
proximidad suscita una terrible paradoja en la que reside la verdadera belleza
de esta imagen.
Las emociones hacen sentir que la
otra orilla está aquí, al alcance, incluso sugiriendo tentativamente que se trate
de algo sencillo se cruzar. En la reflexión de la noche todos reconocimos que
pasó por nuestra mente una idea engañosa: no parece tan difícil de salvar.
Sin
embargo, la razón invita a sospechar que deben ser muchas las dificultades que
no son posibles evaluar desde nuestra posición privilegiada. El mar parece en
exceso tranquilo desde este punto. No estamos contando con la fuerza del viento
y de las corrientes. Todos los amigos que hemos conocido nos han hablado del
mar como algo peligroso…
Contemplando
el estrecho he recordado las discusiones con mis alumnos de moral: qué es la
libertad sino la terrible paradoja y la dramática ocasión de evaluar los sueños
a cumplir y los que son engaños para el protagonista.
La
imagen del estrecho pone palabra a mi biografía: un conjunto de momentos en los
que hubo que evaluar el riesgo: La ocasión no está allí, está aquí. ¿Cómo
dejarla pasar? ¿no es la mediocridad sino la constatación del envejecimiento de
los sueños? ¿puede vivir una persona, una sociedad sin asumir riesgos?
¿Y si no
los estamos evaluando bien? ¿y si la cercanía son los acordes de los cantos de
sirena de las realidades que no queremos asumir?
Desde el
mirador se entiende que un africano cruce el estrecho. Incluso podría decirse
que no hacerlo sería la peor de las cobardías si uno tiene familia a su cargo.
Al otro lado, no allí, sino aquí, están las ocasiones de futuro para el estudio
de unos hijos, para una casa más grande o un coche nuevo. O, aún peor, la
ocasión de operar a la abuela, el tratamiento para salvar la vida de un amigo
cercano. ¿Pero cómo no cruzar?
Y, sin
embargo, desde la distancia cómoda de un mirador, la experiencia asegura que no
estamos evaluando convenientemente las dificultades. Hacerlo es la distancia
entre la descarada juventud y la madurez.
El
equilibrio es inestable. Contemplando el mirador doy gracias a Dios por las
ocasiones en las que evalué como posible salvar 14 kms de mares laborales,
familiares o existenciales: constituyen el patrimonio de mis éxitos.
Contemplando el mirador se clavan como espinas los recuerdos de las ocasiones
en las que la valentía fue temeridad y la evaluación fue insuficiente con la
carga de dolores sufridos y, aún peor, los provocados. Pero no dejo de dar gracias
a Dios por ellos pues son parte de mis tesoros transformados en aprendizaje y
sabiduría. Contemplando el mirador doy gracias por las ocasiones en las que la
prudencia fue la herramienta privilegiada para asumir una incapacidad o un
logro inviable. Así, no solo se evitó una catástrofe absurda, sino que fue
posible sentir en la limitación a Dios.
Pero
contemplando el mirador, la peor denuncia es la de los mares que, en el fondo,
quedaron sin ser evaluados porque el peor de los pecados, la cobardía, impidió
contrastar si la evaluación realizada era o no realmente contrastada.
Contemplo
la otra orilla que no siento allí sino aquí. Me pregunto cómo se contemplará
esta orilla desde la suya, cuando además sus ojos están cargados de sufrimiento
y de ganas de vivir.
Desde el
Mirador del Estrecho puedo anticiparos un anuncio. No van a dejar de venir. Yo,
también lo haría.
Gracias, Josema. Tus reflexiones me hacen tambien a mi reflexionar y tienen su aplicacion en mi caso, a mi situacion personal.
ResponderEliminarDe nuevo, gracias por mostrarnos caminos que no son evidentes