Se suceden las experiencias y emociones. Tras la
contemplación del Mirador descenso, hasta Tarifa para orar por los muertos en
las pateras y regreso a La Línea. Allí nos esperaban los amigos del centro
Contigo para regalarnos hospitalidad con una fiesta marroquí.
La
mañana ha sido de viajes hasta Málaga para embarcar en el Ferry que nos trae
hasta Melilla, pero esto será para otros pensamientos en alto.
Ya os he
contado, en varias homilías, el significado del 12 para entender algunos de los
pasajes bíblicos. Habla de universalidad, de totalidad, de plenitud… Pero ayer
adquirió un nuevo matiz que incorporaré, creo en próximas explicaciones.
Mis
alumnos sabrán de Mohammed, a quien conocimos ayer y que fue el teólogo que me
ayudó a descubrir este matiz verdaderamente relevante.
Es ahora
un pastelero satisfecho de sus logros y su itinerario y que siente el proyecto
Contigo como su casa. La frecuenta para saludar y compartir con la familia que
la vida le trajo y para celebrar con ellos momentos significativos. Ayer, para
participar en la fiesta con la que nos obsequiaron y regalarnos su testimonio.
Es
subsahariano y partió de casa con 16 años. Con diecisiete ya cumplidos logró
cruzar en patera. Al ser menor lo derivaron a este centro en el que aprendió un
fluido castellano, donde descubrió un país con el que dice sentirse
identificado y satisfecho y ha hecho de la sonrisa, la alegría y el desparpajo,
su tarjeta de presentación.
Supera
cierta timidez y la presencia de casi treinta contertulios con recursos
impostados reclamando preguntas que contestar lo que adorna el testimonio de
cierta gracia generando una inmensa ternura.
Su
sencillez se hace envolvente y el oyente tiende a participar de la tranquilidad
del discurso que invita a relativizar la experiencia vivida si uno no es capaz
de leer entre líneas. Hasta que, de forma involuntaria, se desliza un simple
dato que genera un inmenso silencio en quienes lo acompañábamos, hasta el punto
de que el sobrecogimiento se hace audible: era la decimosegunda vez que lo
intentaba.
Tengo
que reconoceros que no tengo, menos de 24 horas después, capacidad de abarcar
la profundidad del dato. He tratado, esta mañana, en un par de ocasiones, acercarme
a los detalles de esos tránsitos haciendo uso de la imaginación. Él continuó su
relato sin detenerse en los detalles de los 12 intentos. Solo que cada uno de ellos
fue interceptado por la policía costera, quien los devolvía sistemáticamente.
Pero sin explicar cómo resolvió detalles que sí conozco por otros relatos: cómo
se obtiene el dinero para comprar 12 veces el pasaje de una patera; cómo se
supera, hasta en 12 ocasiones, el pánico a un mar oscuro y peligroso; cómo se
vence, hasta en 11 ocasiones, la frustración por un sueño roto…
En el
viaje en coche de esta mañana Alex meditaba en alto “Yo no sé si he intentado
hacer algo hasta doce veces”. Su reflexión ha generado una intuición: incapaz
con la imaginación, he empleado la memoria tratando de rebuscar algo que haya
intentado hasta por 12 veces y, entonces, se ha abierto la inmensidad del
significado de este número.
Es
posible que la inexistencia de recuerdos explique mejor el valor del 12 y se
ofrezcan respuestas para alguna de mis preguntas. Quizá hay logros no
alcanzados porque me detuve en el tercer o cuarto intento. Quizá mis logros no
sean tanto porque no necesitaron de más de 3 ó 4. Quizá me haya contagiado de
la dinámica utilitarista que hace abandonar lo inútil o lo que no parece
alcanzable. Quizá llame sueños a lo que soy capaz de lograr y no a lo que
podría hacerme crecer. Quizá las cosas de Dios estén veladas tras no menos
intentos de 12. Quizá por eso nos habla del 70 veces 7.
Me quedo con ganas de probar sus
pasteles, pero me llevo la dulzura de su testimonio y un canto imborrable a la
esperanza: cruzar el mar, alcanzar el sueño, estaba detrás de los doce
intentos.
En la pared del centro Contigo una frase que expresa la espiritualidad de Vicente de Paúl.A mi regreso tengo que reemprender alguno de los sueños abandonados.
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